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3 abr. 2006

amas y señoras de mi apartamento

Esto lo escribí hace 9 años, cuando vivía en Panamá. En estos días un amigo (Gilberto) me recordó esta historia y se me ocurrió copiarla aquí...

Muy claro está que no soy, precisamente, la persona más limpia del mundo, pero si hay algo que detesto, es que haya cucarachas y chiripas en una cocina

Desde que llegué a Panamá, hace dos meses y medio, he estado viviendo en la misma habitación de un aparthotel. Quitando los cinco viajes que he hecho, he pasado más de 50 noches durmiendo allí. Ahora que saco esa cuenta, no entiendo cómo he durado tanto

Al principio fue un encuentro casual. Estando en la cocina vi, con el rabo del ojo, algo que se movía detrás de los platos que se secaban. Como la superficie de los muebles es imitación de mármol, hay mucho reflejo de la luz que entra por las ventanas, así que asumí que era eso y nada más. Con el paso de los días, los encuentros se hacían más y más seguidos. Entre zapatazos y chorros de agua, pensé, erradamente, que me estaba haciendo cargo del asunto. ¡Ja!, ¿qué pueden esos bichitos contra mi? Pasaron los días, y nada. El número de chiripas en mi cocina rondaba las seis, al menos las que yo había podido ver. Como se imaginarán, de tanto compartir con ellas, las he comenzado a distinguir, y ya estoy a punto de darles nombres

Una tarde de domingo, de algún fin de semana que me quedé en la ciudad, veía yo la televisión, cuando noté como desde abajo del sofá salía una de las susodichas chiripas. ¿Qué es esto? ¿Expandiendo sus dominios? Ya la cocina no era el único bastión de mis compañeras de cuarto. Una vez que fueron agarrando confianza, la sala se convirtió en vía libre para el tránsito diurno (y nocturno) del Club Panameño de Chiripas, Cucarachas y especies afines. Se volvían más atrevidas, realizando arriesgadas maniobras por las paredes y muebles de mi apartamento. Una noche, llegando del trabajo, me encontré con cuatro chiripas en la sala, y cinco en la cocina. En ese momento salí disparado hacia la recepción, donde puse una queja formal. La señorita que atendía fue muy amable y comprensiva, y hasta logro poner cara de sorpresa y disgusto ante mi relato. Con la promesa de que fumigarían mi cuarto, me fui a tratar de dormir

Al día siguiente, cuando regresé del trabajo me encontré con que la puerta de la cocina estaba cerrada, lo que me hizo pensar que habían fumigado. La abrí y entré, aspirando cautelosamente. No olía a nada. Aspiré más fuerte. Nada. Me llené los pulmones con una respiración tan profunda que hiperventilaría a cualquier buzo experto, y todavía no percibí ningún olor extraño. De todas maneras, y aunque ya estaba dudando, procedí a hacer todo el ruido que pudiera, moviendo todos los platos y utensilios de la cocina, para ver si aparecían mis vecinitas. Nada. Esperé unos minutos en total silencio y aguantando la respiración. Nada. Nada. Nada. Ni una sola bichita apareció. ¿Será que por fin me libre de los insectos estos? Aunque las apariencias eran prometedoras, decidí no cantar victoria sin contar con pruebas más tangibles...es decir, con cadáveres de chiripas. No había ninguno por ningún lado, y no creo que esos bichitos sean como los elefantes que se van todos a morir al mismo sitio. Mi conclusión es que, seguramente, las chiripas salieron todas a pasear esa noche y cerraron la puerta de su casa, es decir, mi cocina

Una semana después, un día que salí especialmente tarde del trabajo, apenas entré a mi apartamento decidí comer cualquier cosa que consiguiera, porque me estaba muriendo del hambre. Entré a la cocina, agarré un plato, serví arroz y puré, y preparé todo para hacerme una hamburguesa de pollo. Cuando la hamburguesa estaba casi lista, abrí el microondas para calentar lo demás. ¡¡Cual sería mi sorpresa que dentro del microondas estaban dos chiripas!! Es probable que haya sido mi imaginación, pero estoy casi seguro que una de las dos me dijo '¡¡Tranquen esa puerta que hace frío!!'. Por supuesto, por el disgusto (y el mal gusto) perdí el apetito. Era muy tarde como para que hicieran algo por mi, así que me tuve que aguantar hasta el día siguiente

Esa mañana, cuando salía para el trabajo, como a eso de las 7:45, me encontré con la señora que limpia. Le explique el caso y me prometió volver a fumigar, pero con un insecticida más fuerte. Al regresar ese mismo día, si pude percibir un extraño aroma que provenía de mi apartamento. Por fin fumigaron de verdad. ¡No lo podía creer! Ahora si casi que podía jurar que me había librado de la peste

Por supuesto, no fue así...

Al parecer, el insecticida utilizado por la señora estaba hecho con una base de ferormonas, que lo que logró no fue exterminar las chiripas, sino atraer MAS chiripas. El efecto contrario, nada más y nada menos. Sin exagerar, había unas seis chiripitas corriendo libremente por mi sala, mientras otras ocho se divertían jugando al escondite en la cocina. Una de estas últimas no era muy inteligente, digo, porque estaba encima de uno de mis vasos, así que no se podía esconder muy bien. Como si catorce chiripas no fueran suficientes, ese mismo día me dieron a entender que un nuevo bastión había caído. Las chiripas habían tomado el baño

En el marco de la puerta del baño, la madera se ha resquebrajado y rajado un poco, creando una grieta, que si bien no es muy ancha, es lo suficientemente larga como para resguardar a varios de estos insectos. Esta resultó ser la nueva base de mis enemigas. Tres chiripas se daban golpes de antena como si se estuvieran dando un high-five, felicitándose mutuamente por haber logrado un nuevo triunfo en la toma de mi apartamento

Por esas razones que uno nunca entiende, pero que siempre las hay, no he podido lograr que me cambien de apartamento. O se me olvida porque salgo apurado por las mañanas, o llego tarde de noche y muy cansado para mudarme, o no hay nadie que me dé una respuesta. Todavía sigo en el mismo apartamento

Anoche, estaba con un amigo a quien le estaba mostrando unas fotos y unos discos. Acabábamos de hacer la compra, y como veníamos cansados y sin ganas de cocinar, mi amigo decidió hacer una parada en McDonald's para facilitarse la cena. Cuando llegamos a mi apartamento, puso la bolsita de McD sobre la mesa de la sala, y nos pusimos a ver las fotos. Como a los diez minutos, mi amigo pegó un brinco, en el mejor estilo de Carl Lewis, y en un solo movimiento tomó la bolsa en el aire y cayó a metro y medio de la mesa. Ante mi sorpresa y la cara de desconcierto que seguro puse cuando lo vi pisoteando cual miembro de STOMP en medio de mi sala, él me hizo una señal que me dió a entender el por qué de su brusca acción. ¡Había una chiripa que se había trepado sobre su bolsa de comida! ¡¡Ya no respetan!! Mi amigo logró pisar a la susodicha, dejando su cuerpo inerte en un lugar donde el resto de las chiripas lo pudiera ver. ¡Que vean el destino que les depara si tocan mi comida! Por supuesto que mi amigo, antes de perder el apetito, decidió largarse de mi apartamento, y yo aproveché para ir hasta la recepción a hacer una nueva petición de clemencia. La muchacha de turno, que no era la misma que me atendió en las oportunidades anteriores, prometió hacer un reporte para entregárselo a la gerente de administración. Se supone que esta noche cuando llegue al aparthotel, debería tener respuesta sobre esta situación

Ahora temo que las chiripas tomen represalias por el asesinato de su compañera, y me imagino que la mejor manera de hacerlo es atacando el único santuario que hasta ahora permanecía libre de su yugo, MI CUARTO. Todo parece indicar que esta noche será determinante para mi. Será preciso jugar con las estrategias. O arrasamos con todo lo que hay en el apartamento, utilizando la artillería mayor, o emprendemos una deshonrosa retirada hacia otro apartamento, dejando la zona de batalla libre para las victoriosas chiripas: amas y señoras de mi apartamento

{¡asco!¡una chiripa!¡aaaaaahhhhhhh!}

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