Esto de estar en la oficina esperando a que deje de llover, o de amenazar con llover, es desesperante. Desesperante porque en inevitable el convencimiento de que sería preferible estar en otro lugar. Otro lugar que no fuera la oficina, pero que tampoco fuera una de esas interminables colas que suelen detener el flujo de la ciudad a estas horas. Horas en las que quisiera ya estar en mi casa, siempre y cuando no sea uno de esos días en los que me toca lavar la ropa o arreglar alguna de las cosas que se han dañado con el tiempo. Tiempo que se me hace corto cuando listo todas las ideas que se me ocurren pero que no termino de poner en marcha por falta de dinero y de cojones. Y hablando de cojones, qué dolor de bolas me da seguir en la oficina esperando a que deje de llover, o de amenazar con llover...

{se terminó de imprimir en los talleres gráficos...}

# sacado del horno a las 11:30