La mayoría de la gente, cuando se les menciona el atardecer, en lo primero en que piensan es en la imagen a la que nos tienen acostumbradas las películas de cine, en la que un sol de un amarillo explosivo se esconde detrás del mar, que haciéndole de espejo lo refleja fulgurante sobre sus tranquilas aguas, mientras el cielo coquetea con tonalidades de rojos y naranjas, hasta tornarse negro, iluminado por miles de estrellas

Sin embargo, cuando yo pienso en atardeceres, la imagen que tengo de ellos es completamente diferente. No creo que esto se deba a que no vivo en una ciudad portuaria, ni a que nunca haya tenido un encuentro romántico en alguna playa desierta, sino más bien a que estoy acostumbrado, y yo diría hasta que enamorado, de los atardeceres de mi ciudad. Para mi, un atardecer es ver cómo van cambiando los colores de El Avila, de mi cerro El Avila. Es un verdadero espectáculo observar como el sol que se pone por el occidente hace que las sombras del cerro crezcan y se muevan, creando formas indescriptibles y maravillosas. A veces me quedo sin aliento al ver como, el azul del cielo se torna un leve púrpura que bordea los picos del cerro, dándole una apariencia de vida propia, como si estuviera respirando

Hasta cuando está nublado, El Avila sigue siendo majestuoso, sobre todo cuando el techo de nubes se reposa justo sobre los picos, dando la impresión de que más bien es el cerro el que se ha elevado, hasta llegar a donde ellas están

Una persona a quien quiero mucho, me dijo un día que no hay atardeceres más bonitos en El Avila que los de diciembre. Yo nunca me había fijado en esto, pero desde que me lo dijo, me he dado cuenta que es cierto. Durante todo el mes, el cielo se ha visto completamente desnudo de nubes, dejándole el protagonismo de techo de la ciudad al cerro. Las sombras que se forman son más grandes y vistosas que nunca. Los azules del cielo al atardecer recuerdan los que uno cuando niño dibujaba con creyones. Hasta la ciudad se ve, y se siente, más apacible durante los atardeceres decembrinos en El Avila

Hay mucha gente que prefiere el cerro para hacer ejercicio, subiendo por Sabasnieves, o quizás para dominarlo sobre un rústico, haciendo caminos donde antes no los había. Para mí, lo mejor que me puede dar El Avila, es la oportunidad de parar por solo unos segundos, y contemplarlo en toda su belleza

Muchos de nosotros no nos damos cuenta de la fortuna que tenemos al contar con semejante regalo de la naturaleza

Ya se nos acabó diciembre, pero, afortunadamente, nos quedan por ver muchos atardeceres en El Avila

{no me digas, ¿ibas de Petare, rumbo a La Pastora?}

# sacado del horno a las 09:00